¿Qué es el suelo radiante y cómo funciona?

¿Qué es el suelo radiante?

El suelo radiante es un sistema de calefacción que emplea uno de los paramentos de la estancia como fuente de emisión de calor. Normalmente se emplea el suelo. Se instala una red de tuberías, actualmente plásticas, bajo una capa de mortero, y por la que circula a una temperatura determinada. Gracias a sus sistema de distribución del calor el sistema de suelo radiante se considera la forma idónea y más saludable de caldear un habitáculo.

¿Cómo funciona el suelo radiante?

El suelo radiante funciona mediante una red de tuberías de plástico de polietileno reticulado o polibutileno, y con una capa de mortero autonivelante encima, se plantea un circuito cerrado de agua con un sistema de generación de calor, que pueden ser fundamentalmente: aerotermia, la geotermia, la caldera de condensación y la energía solar térmica. Es el sistema calefactor que emplea la temperatura de impulsión más baja, por tanto es la más eficiente energéticamente hablando (entre 30º y 45º).

Calefacción suelo radiante

La norma UNE-EN 1264 define el funcionamiento del sistema. Cuando se hace circular el agua caliente a través de los tubos plásticos, estos, mediante radiación y conducción, pasan el calor a través de la capa de mortero, y este a su vez a la capa inmediatamente superior, que será la visible: madera, piedra, cerámico, piedra u otros que tengan un poder de conducción aceptable. Igualmente, el suelo térmico puede convertirse en suelo refrigerante o suelo radiante para enfriamiento.

Refrigeración suelo radiante

El suelo radiante, en contra de lo que se cree popularmente, también puede ser empleado para refrigerar una estancia. Este proceso es el mismo en esencia independientemente del sistema de generación de energía aparejado a los paramentos, aunque normalmente se emplean bombas de calor geotérmicas. En este caso se hace circular agua a baja temperatura 18º~, con el fin de mantener la estancia con una temperatura agradable y una sensación térmica que se asemeja a la de una cueva o una catedral, que se basan en principios parejos.

 

 

Ventajas del suelo radiante

El rendimiento es el más alto en comparación a sus homólogos. Hablamos de que el caudal de agua a mover es prácticamente desdeñable, dado que hablamos de tubos que van desde los 6mm hasta los 10mm. Las temperaturas a la que opera son bajas y con mínima varianza, por tanto hablamos de una altísima eficiencia. Su consumo es hasta un 20% (o más, en función del sistema de generación de energía acoplado) en relación a los tradicionales sistemas de calefacción o climatización. Recordad que por ejemplo una calefacción de gasoil hace circular agua a 85º, con el consiguiente gasto energético. Además es una energía limpia.

Otra de las ventajas es la cuestión estética, ya que el sistema permanece oculto bajo el suelo. Por no hablar de su bajo mantenimiento y, también, de la sensación de confort que otorga tanto en verano como invierno, ya que hace una redistribución de la energía mucho más natural y agradable para el ser humano, sin llegar a ser sofocante en invierno ni agresivo en verano.

Válido para frío y calor

El sistema es ambivalente, y puede ser empleado tanto en verano como en invierno, con una varianza de temperatura muy pequeña, con el consecuente ahorro energético. Es más eficaz, eso sí, para disipar el frío que el calor, por motivos obvios. Especialmente si residimos en zonas con muy altas temperaturas y alta humedad, el suelo refrigerante o suelo radiante para enfriamiento no será demasiado recomendable.

Distribución uniforme de la temperatura

Los suelos se cubren por completo con esta maraña perfectamente dispuesta de tubos plásticos. Las calefacciones tradicionales tienden a condensar el calor sobre todo en las zonas donde están los aparatos calefactores. La distribución del piso radiante es perfecta ya que cubre toda la superficie de la casa y da una sensación muy agradable al concentrarse el calor en las zonas bajas.

Cambios de temperatura suaves

Podemos regular la temperatura como en cualquier otro sistema. La ventaja, si lo concebimos así, es que los cambios de temperatura se hacen suavemente, de forma paulatina, por lo que que nuestro cuerpo no acusará descensos y bajadas pronunciadas. Un suelo radiante normalmente no excede los 35º.

Estética

Hablábamos también de la cuestión estética, y es que el sistema de suelo radiante se mimetiza perfectamente con la estancia. La instalación es laboriosa pero el resultado es muy discreto, ya que apenas se advierte el hecho de que haya un piso radiante instalado, salvo por la caja de colectores que podremos esconder si lo deseamos. Es por ello que conjuga a la perfección con cualquier diseño interiorista que imaginemos.

Control de cada habitación

Podemos individualizar el sistema mediante el uso del colector, es decir, cerrando o abriendo llaves a placer u optar por el tan socorrido termostato, que nos permitirá ajustar de forma individual cada estancia.

 

 

Tipos de suelo radiante

Eléctrico

El suelo radiante eléctrico es el preferido de muchas personas por el hecho de que no requiere de caldera. Además es más rápido. Se dispone de una malla electrificada, dando como resultado algo así como un suelo con una gran resistencia. El principal inconvenientes es que es mucho más caro de mantener energéticamente que su homólogo hidráulico.

Hidráulico

El desembolso inicial es mayor, pero es la auténtica razón de ser del suelo térmico. Se emplea una caldera de condensación, bomba de calor o aerotermia, que será la encargada de regular la temperatura del agua circulante. Con paneles solares o aerotermia hablamos de ahorro en la factura de hasta un 75%. Este sistema además permite también enfriar el agua. La instalación es costosa pero la inversión a largo plazo es muy rentable.

¿Cómo se instala un sistema de suelo radiante?

La instalación, con algunos matices o particularidades, ocurre de la siguiente manera:

Se deja bien limpio el terreno y se nivela. A continuación se pone un film aislante y una banda perimetral de plástico. Ahora es el turno del equipo de distribución, que permanece oculto en un armario empotrado o similares. Se coloca un panel unido mediante machihembrado como aislante. Se colocan los tubos con todo lo que ello conlleva, colocando juntas de dilatación junto a las puertas. A continuación se procede al llenado de los tubos, que suele durar unas 24h a 6 bares de presión, con el fin de minimizar la entrada de aire. Por último se echa el mortero (a 5º) y el solado transcurridos al menos 28 días. Se procede al equilibrio hidráulico, con el fin de obtener la máxima eficiencia, tomando como base la idea de que el salto térmico entre ida y retorno no supere nunca los 10º.

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